EL SUEÑO EN EL LITORAL



Tangible devenir
de la aurora presentida,
tangible como el viento de los sauces,
intangible, inasible y pasajero.
Espíritu abismal que pasas y estremeces
llamando a lo profundo,
agua misteriosa que vislumbro y que no alcanzo,
hembra fecunda de lúdico vuelo,
complemento de la forma,
raíz de mi poder inagotable,
enigma latente e ilusorio,
solución esencial que se pierde en el rito
– ahí donde no hay lugar para los ritos-
que se pierde en el temor,
ahí donde vivir marca el único sentido.
Solución que me abate y avergüenza.
Solución que adivino en la fusión
que sólo podremos descifrar al proclamar
nuestra mutua esencia invulnerable.


Para que un rayo de sol despierte

en el hueco intrascendente  de tu seno,   
sembraré  de mañanas tu cabeza;
cabalgaré tu cintura
como si tu cuerpo a cada paso
estallara en eléctricas descargas,
y tu alma se hinchara como vela
entre mis caricias antológicas.
Sentiré quebrarse tus desvelos
de mágica tortura,
los veré deshacerse
entre mis furtivos anhelos
y nunca como antes
mi amada y compañera
extrañaremos la aurora;
pues aunque estemos lejos y acechantes,
tu corola genital  arderá  hasta el día
en que,  desnudo y transparente
atraviese las sábanas con que se cubrió  el ocaso. 



TU DANZA

De pie, te vi callada:
los senos en reposo,
tu vientre terso y firme
– cimiento rítmico del viento –
tus formas suaves y ligeras
sintiendo a cada golpe
el redondo espasmo de la hierba.
¡Muda voz de abierto tórax!,
legión de flores y simientes,
cascada generosa
en temible tempestad crepuscular.
Un callado vástago rojizo
golpea con secreta lluvia
de savia derramada
tu dócil movimiento,
tu serena claridad semidesnuda,
la extensa cordillera de tus colinas frescas,
la dulce cadencia de tus nalgas,
perfectas y armoniosas en mis manos,
que emergen desde el aire
como palomas cristalinas.


Desde esta extensión carnal

de agitada certidumbre,
mis ojos te envuelven y recorren,
se hunden en ti,
te surcan y te inundan
como un río ardiente y primitivo:
¡Extasis vital que nunca te alcanzó!
Largo gemido altisonante,
vacío, profundo. ¡incierto!
Pálida voz de distancia inaccesible,
vientre lejano y doloroso,
prisionero de indolentes labios…


Tosca armonía,
húmeda y efímera:
muda pasión insoslayable,
caricia de filigrana irresoluta,
caricia aprendida de memoria,
y repetida
¡en la desnudez gradual de la noche!
Temblando,
mi paso te llama hacia la noche
con telúricos anhelos:
mi paso
atrapado entre el espasmo
de un cercano cataclismo
y la vaporosa evocación de tu recuerdo,
luego…
en el asombro circular de mis sueños,
todo es quietud y deseo.


Húmeda de luz tu piel se estira,
regándose en el íntimo oleaje
del cataclismo inmemorial.
Tu llamarada me inunda,
y me alcanza su saeta incandescente:
herido y atrapado en el relámpago final
– la vigilia se desploma- caigo,
me sumerjo en la noche interminable, 
me abandono impotente
en la masacre del polvo germinal;
el escalofrío perfora mi tierra temblorosa:
isla amable y silenciosa,
refugio secreto y nocturnal.
¡Déjame encallar mi dura nave
entre tus ardientes aguas!
Déjame habitarte dulcemente, 
y alcanzar de nuevo,
en el musgo ancestral,
¡la claridad delirante e infinita
de tu piel tibia y expectante! 


Mar implacable que avanzas

por la arena y la seduces
como una mano furtiva
que penetra la clara longitud
de una piel infinita y temerosa.
Corriente incontenible
que me arrastra como un pez
entre las rocas y me envuelve
silenciosa en el centro absorto
de esta llama caprichosa.
Tempestad contenida,
llamarada ancestral
candente y dolorosa,
remolino de besos no ofrendados,
bacanal turbulento de sueños y de sombras,
encendido clamor, ¡anhelo liberado!
Ola gigantesca, oruga rota,
mariposa que despierta
y emprende el vuelo:
en mis manos el silencio del deseo
se derrama gota a gota osando descubrirte
en la alborotada paz de la gaviota.


Avalancha luminosa
que revienta en tus entrañas.
Torbellino electrizante
que enciende tu cuerpo en llamas.
Vértigo caudaloso que va inundando el vacío.
Voz que aturde en su galope:
¡Extasis irrefrenable del espasmo delicioso!
Acoso de viscosidades,
de humedades turbulentas.
Mucílago aluvional desbordando tus riberas,
proliferando en el grito estentóreo y macilento
de tu lácteo vientre navegado.
Cuerpo que se agita,
adelgazado en la tensión ritual
que desde mi ser te recorre y estremece.


Montarte a pelo  y cabalgarte
resumiendo  en la embestida
el rítmico galope  originario.
Pulsarte puntualmente,
palparte sudorosa en el  agitado contorno
de tu grupa generosa y sentir doblegada tu fiereza
rendida en la entrega:
oferta infinita de respiración entrecortada.


Afuera, el mundo se hunde
en la penumbra nebulosa
del silencio clandestino.
La lluvia en su complicidad
acompasa nuestra danza
furtiva, lasciva, obscena
de fluidos y de olores
de escombros removidos,
de rumores presentidos,
de superficies reveladas
en la desnudez premonitoria
de nuestros encuentros astrales.


La muerte sucumbe y lenta
se alcanza la certidumbre:…lasitud,
vastedad de suavidades tangibles en el silencio,
¡aliento mínimo, sorpresa!…
Sentirte penetrada más allá de tu ser impenetrable,
atrapada en tu libertad,
hundida en la mística sensación
de la plenitud consumatoria.
La encrucijada genital se despereza
y se sacude resentida
de la horadante embestida de la simiente infiltrada.

Detallas minuciosa,
la ruidosa desproporción de lo sentido
y vagas creciendo en ansias, emergiendo!
desde tu condición de ser eternamente cohabitada.


Al verme mides la distancia lasciva,
conteniendo el furor en la escalada.
¡Desenfundas tu procaz desenfreno
sosteniendo en el aire tu deseo!
Me apuntas con tu monte robusto
de cabelleras y de espasmos
– puerto de muslos abiertos y agitaciones sublimes-
furtiva irrupción de la extensión de mi fauna,
¡Contoneo multiplicado!
Movimiento inquisidor que pulsa y pulsa
y humedece provocante la marea incontenible
de trasparentes gelatinas y sudores genitales.
Para habitarte he esparcido mi ser
navegando en el retumbo
del infinito estallido de tus densas cavidades.


Anhelos en penumbra


En el eco ojival de tus recónditos recuerdos,
¡estoy! – confuso, diluido, tatuado, adherido…
En el verbo ancestral reverberante,
¡afloro! – como el mudo palpitar
de tus húmedas ternuras navegables.
En la idea concomitante, ¡despierto!
– sumergido
y en tu centro absorto,
de labios abiertos y abismales, ¡resumo!
un emergente estertor suculento,
elemental, perdido. – Asisto, cómplice y perplejo
a la convulsión portentosa de tu recodo boscoso,
¡creciente plenitud de agujas temblorosas y fugaces!,
– como fiera lluviosa y disponible,
en puntual ejecución de ¡telúricos anhelos verticales!,
– de mareas musculares proclamando
¡conjunciones fulminantes!
– naufragio previsible y extenuante de muerte innumerable…
La humedad escondida,
poro a poro, desagua en tus fuegos seculares
¡pulsaciones sucesivas y salvajes!
– avalancha minuciosa de selvas insondables… 
La carne sólida y espléndida,
despejada ya de líquidas sorpresas radicales,
en el acontecer esférico evoca
saciedad, placidez, murmullo… ¡Luz!